El sol majestuoso se abre paso entre los tejados. Los rayos abrillantan los colores de las fachadas, las calles, los coches aparcados. Algunos se cuelan por mi ventana y se detienen en la pared, sobre la cama, donde acabo de desperezar mi cuerpo recién despertado.

Respiro profundo para aterrizar desde el sueño. Los pájaros cantan y las cigüeñas crotoran, como otorgando el primer aplauso de la jornada. Me pregunto ¿qué día es hoy? Parece domingo o ¿es lunes?

No hay ruido de voces o motores de vehículos como era habitual, tan solo el silbido del viento y el gorjeo de las aves: el silencio  está salpicado de naturaleza.

Estoy en casa, un día más, un día menos. Abro la ventana  para que el sol bañe el espacio y active mis sentidos. Un cosquilleo recorre mi columna desde la nuca mientras observo extasiada el azul intenso del cielo.

¿Por qué antes no advertía todo esto? Porque no tenía tiempo, siempre a la carrera, desde el principio del día hasta el final, sin tiempo para detenerme un instante y contemplar la belleza que me rodea y que me acompaña a todas partes.

Me siento en la cama, con las manos sobre las rodillas, las palmas hacia arriba y medito. Yo, sin ser nadie en particular, tengo ahora el privilegio de regodearme, deleitarme y percibir las maravillas que me acompañan. Ahora que tengo tiempo, me enfoco en hoy, porque no sé lo que será mañana y me pregunto ¿si este fuese el último día, qué haría?

Agradecer, no solo al astro rey, sino a todos y cada uno de mis soles particulares que me regalan su luz.

Tú lo eres y  también.

Gracias, gracias   por estar en mi vida.

«You are the sunshine of my life https://www.youtube.com/watch?v=gZXjFV8nT4E

ANA MONTERO DEL AMO  http://anamonda.com

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