Si  la vida es una escuela, la familia es el aula donde hacer las prácticas.

Son los seres humanos con los que interactuamos con más confianza, con los que practicamos nuestra gestión de las emociones, aprendemos a amar, valorar, perdonar.

Los miembros de la familia son espejos, reflejan lo que me gusta de mí y también lo que me disgusta y así me ayudan a comprender quién soy. Conocer los rasgos de mi familia, de mi clan, me permite entender también muchas de las actuaciones que repito inconscientemente y que están en , porque las copio de ellos, las imito sin darme cuenta.

Además, la familia, es la fuente principal de transmisión de valores y miedos, todo lo que me inculcan tiene un efecto poderoso en mí. 

Desde el día en que nací, sus palabras han ido conformando mi mapa vital, sembrando de información todo mi camino. Sin embargo, no todo lo que se aprende debe ser aprehendido sin más. Debo averiguar la utilidad y el valor de cada bit recibido, reconocer los miedos que me bloquean en el presente y que pertenecen al pasado y renovar los valores recibidos para adecuarlos al momento en el que me encuentro, es decir, al «ahora». Tengo que reciclar, actualizar y vaciar contenidos para absorber otros nuevos y así continuar creciendo, evolucionando.

Y, todo lo dicho, lo consigo gracias a la familia, todas estas personas que no elijo y que están siempre a mi lado, en los peores y mejores momentos de la vida, mi mayor fuente de inspiración.

Olé y olé. Gracias, gracias desde el corazón.

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Gracias «We are family» https://www.youtube.com/watch?v=XwLjtilAZDQ

Carta a la Tía Mara

 

Ana Montero del Amo http://anamonda.com