San Jorge, personaje de leyenda, que sin motivo aparente, tanto ha significado en mi vida.
El primer cuento realmente interesante que me regaló mi padre cuando era niña, fue «Jorge y el Dragón». Era un librito con tapas de cartón recortadas, perfilando la silueta del dragón con el héroe en la grupa, en una edición muy resumida de no más de diez páginas, como tantos otros que solía traerme: La Ratita Presumida, Caperucita Roja, Los Tres Cerditos, etc.
La lectura de la epopeya de Jorge me cautivó de inmediato. Era la primera vez que observaban aquel animal, el dragón, con ese enorme cuerpo alado y la boca abierta escupiendo fuego. Estoy segura de que despertó mi imaginación, porque soñaba con él en variadas y creativas pesadillas nocturnas.
Poco después, comencé a escribir historias de dragones y princesas valientes, que escapaban ellas mismas de su ventura, sin necesidad de que ningún caballero se arriesgara. Luego, rompía las páginas ilegibles con enormes letras infantiles, muerta de vergüenza por si alguien lo leía.
La primera vez que descubrí a «Don Quijote de la Mancha» imaginaba dragones cuando el «ingenioso hidalgo» nombraba gigantes. Era muy joven y mi imaginación volaba sobre las páginas, visualizando escenas que apenas comprendía y transformando aquellas palabras que me costaba entender, interpretando cada cual libremente.
Años más tarde, al releer la novela más destacada de la literatura española, me sorprendí de lo poco o nada que parecía tener en común con la primera de mi infancia. Ya no imaginaba dragones y el personaje «de la triste figura» me resultaba descarnado, lastimoso, dramático en su locura.
La última vez que abrí las páginas del Quijote, fue para compartir unos fragmentos con mis hijos, siendo niños y cual fue mi sorpresa cuando, animados por la declamación de mi voz, comenzaron a troncharse de risa; las aventuras del caballero y su escudero, sonaban tan divertidas y cómicas como si se tratase del mejor comediante de cualquier época.
La anécdota me trajo de cabeza varios días, hasta que me dí cuenta de que cada ser humano, cada persona, comprende la información a su modo, no solo por su condición, sino por su edad, estado anímico, circunstancias, etc, es decir, una misma historia puede resultar completamente diferente dependiendo del momento vital en el que nos encontremos. Así aprendí, que cualquier cosa que escribiera sería entendida de diversas maneras, una distinta por cada lector.
El día 23 de abril, se celebra San Jorge, fecha en la que dos genios de la escritura, dicen que el mismo día, dejaron este mundo, Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Se celebra el Día del Libro. Y, yo, además, celebro a mi hijo.
Mi hijo mayor se llama Jorge y prometo que no fui consciente de la coincidencia cuando elegí su nombre. Como otras tantas veces ocurre en mi vida, me eligió a mí.
Actualmente resido en Alcalá de Henares, por otras tantas casualidades de la vida, lugar donde, aparentemente, nació Cervantes y donde cada año se celebra el acto de entrega del importante galardón que lleva su nombre, máximo reconocimiento a la labor creadora de escritores españoles e hispanoamericanos.
Y fue aquí, en esta ciudad, donde, después de tantos años llena de pudor, por fín hice públicos mis cuentos y donde tanto cariño he recibido.
¿Destino? ¿Azar?
Sea lo que sea, mi gratitud a este día, a San Jorge y al Dragón.
Muchas gracias.
Ana Montero del Amo http://anamonda.com
Dream on https://www.youtube.com/watch?v=L9srmft6STc
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Gracias.
Precioso
Muchas gracias.
Tú sí que eres preciosa.